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Los biólogos no creen en dios

30 enero 2009
biologos

Biólogos descreídos

Los cipreses puede que crean en Dios, pero los que se ocupan de investigar las ciencias de la vida, incluido nuestro cerebro, no creen en ningún dios ni en ningún tipo de inmortalidad. Las encuestas realizadas por Leuba en 1914 y 1933, Larson-Witham en 1998 y Cornell en 2003 muestran el retroceso paulatino y generalizado del deísmo en todas las ciencias, pero sobre todo entre los biólogos. Hay un buen resumen en el número de febrero del 2008 de la revista Investigación y Ciencia.

Me complace comprobar que hasta un 72% de los académicos encuestados creen que razón y fe son mutuamente excluyentes (las otras dos opciones eran que se complementan o que no interfieren mutuamente). Se trata de una encuesta hecha entre académicos de todo el mundo, así que hay que descartar que se trate de una reacción a la ingerencia creacionista en la política educativa de los EEUU.

El dedicarse a la biología implica el acostumbrarse a la búsqueda de los procesos que subyacen bajo los fenómenos apasionantes que constituyen “el misterio de la vida”. Gracias a esa búsqueda cada vez sabemos más sobre las leyes que gobiernan la vida; incluso fenómenos que parecían inabordables desde el punto de vista científico como la conciencia o los sentimientos empiezan a desvelar su mecánica. En este avance muchas veces se han tomado caminos equivocados y ha habido que retroceder; hipótesis que se han demostrado falsas y paradigmas que han caído. La ciencia avanza así. Sin embargo lo que se ha revelado totalmente inútil es la aproximación religiosa al fenómeno. Basta poner como ejemplo la leyenda del diluvio, que supuso un lastre para el desarrollo de la geología. Aún hoy el creacionismo continúa negando los hechos con la obstinación impertinente y desesperada de los que no tienen ya respuestas en el campo de la ciencia.

El nuevo desafío de la Humanidad es abordar las grandes cuestiones éticas, como el problema de la libertad y la responsabilidad sin lastres religiosos. Supondría la entrada en nuestra mayoría de edad como especie.